Las Mujeres del Oriente de Cali y la Paz

Entonces estamos repensandonos el cómo seguir constuyendo con todas/os nuevas formas de ver las cosas, nuevas formas de caminar y formarnos como nuevos seres. Sabemos que esta es sólo la mirada de unas cuantas voces pero queremos seguir construyendo con las voces de todas/os por eso esperamos que seas vos y tu palabra quienes nos ayuden a seguir construyendo una realidad más humana, justa y equitativa.
 

LAS MUJERES DEL ORIENTE DE CALI Y LA PAZ…

 

La conmemoración del Día Internacional de la Mujer se ha convertido en la mejor disculpa para que nos encontremos, dialoguemos y continuemos construyendo propuestas y reconociendo el valor de nuestros esfuerzos, de las luchas que los pueblos desde tiempos remotos iniciaron, y en esta fecha, particularmente las  mujeres.

 

Instituciones, organizaciones  y en general los medios de comunicación conmemoran , o al menos mencionan esta fecha, incluso con fines comerciales; sabemos que no basta con ese reconocimiento que generalmente se queda en buenas intenciones o en documentos firmados, y  que en nuestra realidad no se hacen visibles ni medibles; las mujeres como actoras sociales y políticas mantenemos firme nuestra voluntad para contribuir a cambiar las condiciones que no permiten la vida plena, como merecemos todos los seres humanos; muestra de ello son las diversas acciones y actividades que desarrollamos en este mes de marzo que acaba de finalizar y que nos motiva a seguir fortaleciendo el proyecto de Red de Mujeres del Oriente de Cali como un espacio para la reflexión y para la acción.

 

Ha sido muy importante e interesante reencontrarnos, reconocer nuestros espacios organizativos en los que cada una participa, entregando con dedicación y esmero las mejores energías  para que las labores emprendidas en beneficio de nuestras comunidades continúen dando los frutos deseados y además necesarios. Para esta oportunidad  proyectamos el tema de la PAZ para la reflexión, aunque sin profundizar en ello, hemos  promovido la participación a partir de una opinión, de una frase que nos haga meditar sobre cuál es la paz que las mujeres requerimos en un país como el nuestro que vive inmerso en un conflicto social y armado desde hace décadas.

 

 

A continuación se plantean algunas ideas sobre cómo las mujeres que hacemos parte de organizaciones comunitarias del oriente de la ciudad de Cali, concretamente de las comunas 13, 14 y 15, también conocido en otras latitudes de nuestra ciudad y en otras ciudades como el Distrito de Aguablanca, concebimos la paz desde nuestras experiencias y vivencias en los barrios populares siendo líderes, protagonistas y constructoras de procesos sociales de muchos años:

 

·       Reconocemos que la buena convivencia aporta a la construcción de paz y tiene que ver también con las actitudes que se generan desde cada hogar, desde cada espacio de interacción; aprendiendo a ser más tolerantes con nuestros semejantes; respetando la diversidad; sin embargo estas condiciones corresponden fundamentalmente al real cumplimiento de nuestros derechos como colombianos y colombianas por parte del gobierno y sus políticas, es decir, que se generen las condiciones de dignidad para vivir plenamente (salud, educación, alimentación, vivienda y empleo de calidad).

·       La paz, es un derecho universal por lo tanto debe ser una exigencia de todos los seres humanos que en el mundo sufren el rigor de la guerra por diversos medios y de conflictos internos como el que vivimos en Colombia. Por eso quienes asumen desde múltiples escenarios la defensa de los derechos no pueden ser víctima de persecución ni señalamiento.

·       La paz exige erradicar las diversas formas de violencias que vivimos, y de las cuales las mujeres somos mayormente afectadas; son  muchas las madres, las viudas, las huérfanas que  enfrentan las más graves condiciones de miseria y  desventaja, la situación de desplazamiento; hacinamiento, violaciones, desempleo, jóvenes empujados a la delincuencia, la prostitución, etc.

·       La paz no será posible si continúan las condiciones de exclusión e inequidad en que vivimos, originando el conflicto social y la confrontación armada, pero a estas condiciones solo se responde  a partir de  programas asistencialistas que no cambian las profundas raíces de la desigualdad en nuestro país.

·       Para nosotras, mujeres que habitamos los sectores populares, y en especial que somos inmigrantes, hablar de paz va mucho más allá de silenciar los fusiles y tiene que ver con la solución política del conflicto.  

·       Para que haya paz, los jóvenes deben tener oportunidades reales para encausar su vida, muchos de nuestros jóvenes se matan entre sí, se consumen en la droga, buscan satisfacer sus necesidades a través del robo o el microtráfico y la solución a esta problemática no solo puede ser el aumento de policía en las zonas.

·       Vivir en paz también significa la posibilidad de desarrollar el SER a través de nuestras capacidades.  Una de las críticas más grandes a este sistema, aparte de las injusticias, es que las personas  empobrecidas no tienen opciones para desarrollar sus capacidades, el acceso a la educación, cada vez más restringido, y el aumento de las cárceles  es prueba de ello.

·       Los niños y niñas deben ser protegidos y deben garantizarse espacios para su desarrollo como la recreación, el deporte y el arte. De esta manera los niños y niñas serán constructores de paz.

·       En una sociedad de paz los adultos mayores son valorados y respetados por su sabiduría y su aporte a las comunidades. Lo que vemos constantemente en nuestros barrios son adultos mayores mendigos, solos y abandonados.

·       La inestabilidad laboral que parece perpetuarse para la población en general, que contribuye a la generación de mayor pobreza, afecta doblemente a las mujeres. Con desempleo como podremos tener paz?

·       La corrupción sistemática, la politiquería, la impunidad, son signos que continúan evidenciando la falta de voluntad para la construcción de la paz. Debe haber reparación integral, verdad y justicia para todas las víctimas de crímenes de Estado.

·       La Paz no tolera ningún tipo de discriminación, sea de etnia, género, por opciones políticas o religiosas. 

·       Las mujeres creyentes ponemos nuestras esperanzas en un Dios justo y humano, pensamos que es con las acciones que generamos cambios y por eso luchamos cotidianamente para que quienes habitamos esta tierra la disfrutemos y la protejamos. Amar nuestro territorio, nuestros semejantes y dar testimonio de ello también es paz.  

 

Las mujeres somos  una gran fuerza en este país, en la ciudad y por supuesto en el Oriente de Cali, contribuimos al desarrollo de nuestras  comunidades fortaleciendo la organización comunitaria  y  popular o sencillamente desde nuestros  hogares, tenemos  el deber de defender el futuro nuestro y de nuestras familias y que eso solo se lograra con la participación decidida de las mujeres, por supuesto en unidad con los hombres conscientes, en la construcción  de una nación con paz; es decir, con justicia y equidad.

 

… Nosotras, las mujeres del oriente de Cali, hemos decidido unir nuestras voces y nuestras acciones en la búsqueda de esas  posibilidades, que en concreto será la construcción de  un mejor futuro para todos y todas; creemos que habrá paz cuando hombres y mujeres transformemos nuestros imaginarios y prácticas y construyamos relaciones de dignidad, libertad y respeto mutuo.

 

Igualmente debemos continuar resaltando y reconociendo las experiencias de personas y de organizaciones que todos los días trabajamos con la convicción de que LA PAZ EN EL MUNDO ES POSIBLE…

 

 

RED DE MUJERES DEL ORIENTE DE CALI…

 CONSTRUCTORAS DE PAZ.

Abril 5 de 2013.

 

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El arte de los niños

Esta idea comenzó un viernes en el grupo de comunicación porque vimos un video llamado “¿te atreves a soñar?” que maneja una técnica que nos llamó mucho la atención y quisimos explorar esta forma de hacer video para luego realizar una actividad con los niños.

En ese mismo día que vimos el video el grupo se reunió en un espacio para hacer un ejemplo de lo visto. Usamos un tablero, marcadores, una cámara fotográfica y una de video para registrarlo. Después de eso quisimos realizar un video más a fondo pero con niños.

La convocatoria fue muy divertida porque sacamos un tablero y los marcadores a la calle y empezamos a realizar dibujos en el tablero, los niños se fueron acercando con intención de dibujar, fue muy chévere porque fue como una táctica para llamar su atención.

Luego realizamos varios dibujos y de ahí pasamos a contar la experiencia de esta actividad con los niños (ellos hablando por supuesto).  

Aquí les dejamos el video que nos llamó mucho la atención para que se inspiren: 

 

Poesía magia tierra y fotografía

Cuando el corazón se conecta con la tierra la semilla brota, crece crece y crece

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Magia

La magia de tu presencia 
se encuentra en todas partes 
a pesar de la barrera de concreto 
que la humanidad quiso imponerte 
tu ardua rebeldía revela en silencio 
tu pluri-color follaje 
envuelto en miles matices 
de diversas plantas florecidas 
resalta el verde de clorofila 
retoña de nuevo la vegetación 
rompiendo limites que burlan fronteras 
que algún caprichoso malcriado 
se creyó con derecho de poner 
por encima de la compacta masa gris
cual gran utopía renaces de nuevo
como creación divina
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Fotografías: (Brotes de los semilleros realizados en el taller de huerta urbana y permacultura)

La tierra es libertad

Desde el otro lado de la ciudad y bien temprano en la mañana nos encontramos un grupo de jóvenes que también soñamos, sentimos otra humanidad en la sangre, y así la construimos. La cita para atravesar Cali de Norte a Oriente era a las 7 y treinta en la estación del masivo del Parque de lxs estudiantes. Otrxs van en bicicleta. Un momento… y la tierra???. Sí, se me olvidaba contarles que el día anterior llegamos hasta la huerta del grupo SEMBRANDO ANDO en la Universidad del Valle, en donde lxs parcerxs nos aportaron con toda la energía para sacar unos cuantos bultos de tierra, la tierra es nuestra, la tierra es de todos y todas. Estuvimos un rato en la huerta estudiantil, desgranando frijol guandul, cosechando yuca, desyerbando, conociendo planticas mágicas y parchando con lxs muchachxs del huerto. Excelente encuentro y gracias.

Vamos y venimos en el tiempo, mezclamos sensaciones y momentos, vivimos aquí y ahora. Estamos montados en el bus. Lxs niñxs juegan y no paran de jugar. Llevamos una palita pequeña, las semillas, un esqueje de borrachero, tarros y tarros y tarros, sembrar sembrar sembrar. En oriente la mañana es especial, la tarde es especial….Somos Cali de oriente a occidente de norte a sur. Los Farallones y el respeto que merecen…al otro lado el Río Cauca. Acá en la Casa Cultural es magia pura. Llegamos a la puerta y nos abre una sonrisa radiante de niña pequeña. Entramos. Esto fue lo que sucedió…

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 Un rio de emociones que se disuelven y se hacen sudor. Que va! estaba haciendo mucho calor. La tierra nos llama. Ese viernes que ustedes ven hoy aquí retratado es uno de esos dias mágicos e inolvidables. Taller de huerta urbana en oriente. Vamos caminando junto a los niños que ponen la semilla. Hoy estuve en la Casa Cultural y ya hay muchos brotes en el semillero…

A todxs infinitas gracias por la luz y por sus manos

Magia que sucede en la calle

Como parte de nuestro taller de comunicación con niños y niñas, tuvimos esta sorpresa… este mensaje improvisado de nuestro compañero Diego que nos muestra el talento callejero, urbano y empírico con el que contamos en nuestra comunidad y que también se evidencia en sectores con condiciones similares al nuestro.

Acá les dejamos con el talento innato de los jóvenes y niños de nuestra comunidad.

Taller de PERMACULTURA y Siembra Urbana

El próximo viernes 12 de Abril a partir de las 9am en la Casa Cultural el Chontaduro se llevará a cabo un taller de huerta urbana en donde experimentaremos con la tierra y el reciclaje para crear zonas de resistencia desde la naturaleza. Cada cual podrá aportar desde tierra y semillas, hasta material reciclado (botellas, tarros y demás) que consideren pueden sernos útiles para el desarrollo de la actividad. Y obviamente sus manos llenas de buena energía.

La comida crece de la tierra y esto siempre ha sido así. Las semillas no se privatizan.  Vamos a resistirnos a un sistema que avasalla con la mirada. Con el papel moneda. Vamos a sembrar alimento. Vamos caminando sembrando creciendo. Todos juntos vamos siendo.

Esta propuesta surge de las voces que se empiezan a escuchar y que van llegando van compartiendo a un taller de comunicaciones que hoy crece y habla, propone, invita, teje, une y escucha… Invitados a hacer parte y ser parte.

Les dejamos una ideas para ir soñando con esta semilla que pronto empezará a crecer.

“AY DIOS BAJA Y VE COMO LAS MUJERES AFROCOLOMBIANAS RESISTEN AL DESTIERRO”

Desterradas de nuestras raíces, en medio de discriminaciones, elitismos y opulencias; las mujeres afro, hemos recorrido la ciudad de Cali; con sencillez, prudencia y sabiduría; hemos pregonado de norte a sur de oriente a occidente, que hay otras formas de hacer historias. Hemos dado testimonio de Matilde, la mujer que ha parteado más de cien niños en Cali los cuales todos le dicen mamá, de la casa de Juaquina donde vive un gentío y todos se llaman primos aunque no sean parientes de consanguineidad, de Iris que corrige a los hijos de Marina, Virginia, Ervira, Omaira, Filomena y de otras más, las cuales, igualmente hacen lo mismo con los hijos de las demás, cuando estos se encuentran en corrinches en donde se pueden lastimar.

De Juana que al llegar de vender su chontaduro, su pescado u otros afrodisiacos, la rodean las hijas y los hijos, las nietas y vecinos, para que les cuente las historias de curanderos, diablos, espantos y hechicerías de su región; de Catalina a la que cada vez que se muere alguien, la van a buscar, para que le cante y llore al muerto; permitiéndole descansar, de Luz Dary; quien siendo de la junta de acción comunal, no sabe que más inventar para que la gente participe en el bienestar de su comunidad.

De Janet quien le ha peleado su vida con fiereza al VIH y no se cansa de construir y proponer espacios organizativos que dignifiquen a las mujeres populares que conviven con el virus; de Doña Carmen, quien le ha dado al oriente de la ciudad un sabor a casabe, encocao de mariscos y otros sabores pacíficos, igualmente ha reconstruido con niñas y niños, jóvenes, adultos y adultas; las raíces del pacíficas desde los bailes juegos y otras tradiciones.

De Ximena; joven que después de terminar sus estudios con muchos sacrificios, descubre que en las comunidades donde ella se creció, también  se adquieren muchos conocimientos que le ayudan a confrontar, reconstruir o poner en prácticas las teorías, formulas y conceptos aprendidos desde la academia; entonces decide aportar y transformar vinculándose a procesos comunitarios; como el de La Casa Cultural El Chontaduro.

Al oriente de la ciudad de Cali, hay un sector llamado Distrito de Aguablanca, al cual el resto de la ciudad le teme, porque los medios de comunicación han difundido la noticia que allá hay una guarida de criminales; que es el lugar donde se esconden ladrones, sicarios, violadores, prostitutas; que está lleno de  perezosos y perezosas que no les gustaba ni trabajar, sino vivir la vida suave; tomando, jugando, durmiendo y atracando. Cada día los periódicos, locales y hasta nacionales, se encargan de sacar los casos más insólitos sucedidos en ese sector; podría decirse casi que son las únicas imágenes de rostros afrodescendientes que se publican.

Nunca han dicho que allá se esconde Cinthia, una mujer afro, joven, que empezó su vida artística, en resistencia a la discriminación que le tocaba vivir en la ciudad por su etnia, sobre todo por su color. Ella nos cuenta como siendo de una familia mestiza, en un momento de su vida se sintió desgraciada por tener el color más oscuro dentro de su núcleo familiar; a tal punto de querer quitarse la vida.

Escuchando este y otros testimonios de mujeres afro, de los contextos populares, donde se manifiesta la inconformidad por tener el color más oscuro que otros o por tener que enfrentarse a burlas por su color, o la diferencia de su cabello; comparto un poco la reflexión de Betty Ruth donde dice: “Declararse “mujer Negra” es redimensionar un término que permite enfrentar el racismo, lo que no hace el término “afro” que se ha convertido en un eufemismo que hace creer a muchos que hemos avanzado grandes pasos porque ya no se nos llama negros sino afros, pero se nos sigue discriminando igual”.[2]  “Un buen número de la población colombiana ha asumido el término afro como lo políticamente correcto, un término que permite que no se sientan avergonzados de su racismo cuando lo pronuncian, por lo que no necesitan ponerlo en diminutivo como con el término negro o negra.  Es decir, cambiar negro por afro no ha generado el respeto y el reconocimiento a los cuales consideramos tenemos derecho, se ha cambiado una palabra pero el imaginario, la sensibilidad o “espiritualidad”  de este mundo moderno ha seguido intacta”[3].

Si bien estoy de acuerdo en que cuando se dice afro descendiente, se pueden reivindicar otros elementos de raíces africanas presentes en nuestras comunidades, que están más allá del color y que igualmente son discriminados por su origen; también comparto que el racismo y la discriminación hacia las personas en Colombia, tienen genero, posición económica, color, olor, estatura,  forma y desde allí también hay que asumirlo.

En las ciudades grandes de Colombia a donde por lo general les ha tocado migrar a los grupos afrodescendientes o negros, se vive un alto grado de discriminación y racismo estructural; de parte del estado que no genera posibilidades para su desarrollo de manera digna y acorde a sus raíces culturales; de parte de los medios de comunicación, que solo realzan los estilos eurocentrados, dando puestos de subordinadas a las demás culturas; desde el estéreotipo y la ridiculización; de parte de la escuela en donde se reproducen esos estilos y se educa desde la negación, repetición y competencia.

En mi experiencia como orientadora de procesos teatrales en el Distrito de Aguablanca, me he encontrado con algunas adolescentes afro, quienes en busca de aceptación en su entorno se alisan el pelo para que no les sigan diciendo “pelo de esponja o curruscuscus” buscan cremas que les aclare la piel, para que no les sigan diciendo “negruminas, cocos, chorro de humo.” Ser negras o negros en estas ciudades sigue siendo un signo de fealdad. Aunque desde el estereotipo en el que han puesto a las personas negras,  se anhele su figura corporal y sus atributos sexuales, solamente se le da validez o belleza si están puestos en otras pieles más claras o blancas.

Pero volvamos a Cinthia, ella dice que después de muchos dolores logra entenderse, aceptarse y valorarse como mujer afrodescendiente; esa auto aceptación se la debe a la música, desde allí descubre su voz talentosa, su capacidad creadora para componer canciones, descubre elementos de sus raíces cultuales que le dan otro lugar como mujer de su etnia; ella se reconoce autónoma, pero en construcción con otros y otras. Hace parte de una organización, en la que se busca la equidad entre hombre y mujeres. Le ha tocado luchar para ser reconocida como cantante dentro de su comunidad y en otros espacios de Cali; no solo por el racismo y la discriminación, sino también por el machismo que se vive en los grupos musicales de su género (ella ha logrado una mescla entre el rap y la música tradicional del pacifico) en donde por lo general son los hombres que se destacan.

Ella le canta a la vida, a las mujeres, a la naturaleza, reivindica su condición de mujer afro, excluida y discriminada; espera seguir pisando con sus pies descalzos, otros escenarios como la ha lo ha venido haciendo; sale descalza al escenario porque ve importante la concepción con la naturaleza. Cinthia es una mujer sencilla, servicial, que apoya con su voz y su talento de escritora, otras organizaciones sociales de Cali y en especial del Distrito de Aguablanca. Además hace trabajo comunitario con jóvenes que inician sus inquietudes musicales.

Igual que a Cinthia, pude nombrar a Ingrid, Andrea, Carmen, Cristina, Aurelia, Doña Carmen, Catalina, Elena, Juana, Iris, Maritza, Stella, Yolima, Diana, Billy, Virginia, Camila, Sandra, Marina, Lucia, Adela, Dennis y otras más, escondidas con sus talentos artísticos en este Distrito de Aguablanca; generando a través del arte, formas de resistencias, espacios de reflexiones que permiten encontrar otras formas de ser mujeres negras o afro.

Las expresiones artísticas y culturales han representado para el distrito de Agaubalnca y otros sectores populares de la ciudad de Cali, uno de los elementos más fuertes de resistencia de la gente despojada, desterrada o desplazada; a partir de allí se han posesionado elementos que para la cultura hegemónica, son objetos de burla o ignorancia. Es así, como en el Distrito de Aguablanca se esconden muchas cantoras de arrullos, alabaos, currulaos y otros cantos, que traen de sus pueblos. Y se come plátano, ñame, Chontaduro, cocadas, encocao, carne serrana, gallina ahumada y otros secretillos que traen de por allá.

En ese lugar se esconde un poco de gente que todavía vela los muertos en sus casas y le  cantan toda la noche su alabaos para despedirlos, toman viche, juegan dominó, cuentan historias, se ríen, lloran y se consuelan.

En ese Distrito de Aguablanca también hay una preciosa llamada Janeth; peleona, alegre y con tanta vida, que se invento una organización de reivindicación para las mujeres conviviendo con VIH; ella hace 10 años debió morir; según el diagnostico que le dieron en los hospitales; pero no, se quedo dando lora, diciendo que las mujeres que conviven con el virus, no son un problema y que por tanto deben tener vida digna hasta sus últimos días, así como la tienen otros y otras, estando enfermos o no. Ellas no son menos que los demás; igual de la muerte nadie se escapará.

Las mujeres de los sectores populares que conviven con esta realidad, permanentemente son víctimas de ataques, muertes y otras discriminaciones; hace algunos meses se distribuyeron en todas las ciudades del país, panfletos en donde se les amenazaba de muerte y efectivamente algunas fueron asesinadas y sus muertes se  quedaron impunes. De igual manera algunas mujeres que le diagnosticaron el virus, inmediatamente fueron retiradas de sus puestos de trabajo, sin que se les ofreciera otra alternativa de empleo.

Una mujer con ese diagnostico no consigue empleo en ninguna parte, aunque físicamente tenga las capacidades para hacerlo. Encima de eso para que le den los tratamientos requeridos, por lo general deben recurrir a la acción de tutela que “es la garantía que ofrece la Constitución de 1991 del derecho que tienen todas las personas a la protección judicial inmediata de sus derechos fundamentales”[4]. Todas estas circunstancias reducen a las mujeres con este diagnostico a la mendicidad y el abandono.

Yaneth nos cuenta que solo hace 10 años, cuando le diagnosticaron el virus, vino a descubrir que tenía derechos como mujer negra o afrodescendiente. Antes se sintió negada, pasaba totalmente desapercibida, sin saber nada de las reivindicaciones de las mujeres afro. Después de enfrentarse con las altas presiones sociales a las que son sometidas las mujeres que conviven con esta realidad; abre los ojos y se da cuenta que tiene derechos, pero que solo desde procesos organizativos es posible que el eco de ella y demás mujeres en estas circunstancias, no se quede perdido en el viento, o se guarde en la caneca del olvido y el abandono de los gobernantes.

A pesar de los ataques, las amenazas, los insultos, las negligencias de los hospitales y otras agencias de salud, Yaneth y las demás mujeres, siguen adelante con su proyecto de Lila Mujer; contemplado como un hogar de paso para que las mujeres pobres que viven esta realidad en los pueblos aledaños de Cali, puedan tener un espacio donde quedarse cuando vengan a tratamientos en los hospitales de esta ciudad.  También está contemplado como un espacio de reflexión y encuentro, donde ellas puedan aceptar sus realidades y tejer redes de afecto y solidaridad entre ellas.

“En Cali de aproximadamente 8919 mujeres embarazadas que se hicieron la prueba en el 2004, 37 resultaron VIH positivas, lo que equivale al 21% de la población gestante en ese año; estas mujeres se encontraban en etapa reproductiva, por lo que sus edades oscilan entre 10 y 39 años. En muchas ocasiones cuando una mujer ha sido diagnosticada con VIH debe enfrentarse a múltiples factores de discriminación, a menudo son cuestionadas y rechazadas por la sociedad e incluso por sus familias y amigos, además, la situación se  agrava cuando viven en condiciones de pobreza, pues a los padecimientos asociados a la enfermedad se suman otros elementos que hacen que vivir con el virus se convierta literalmente en una pesadilla para estas personas”[5].

Y que dicen los Periódicos de Juana Hurtado que también vive en ese lado; esa mujer guapa, que junto con Vicente su compañero, levantaron 11 hijos, vendiendo frutas, pescado, Chance y lotería. Pocas horas dormía, el resto la pasaba en actividad; así logro que casi todos sus hij@s terminaran el bachillerato y algunos hasta la universidad. Les enseño a todos y todas por igual a lavar cocinar y planchar.

Cuando faltaba la comida, no faltaban los juegos, ni las historias de cantos, bailes, muertos, guapos espantos y desaparecidos; que acercaban a sus hij@s, nietos y vecinos a la magia Chocoana y a los valores de respeto, honradez y otros elementos importantes para salir adelante en un medio que te acorrala y no te permite ser.

Cuando se enfermaron los hijos y les falto el dinero para llevarlos a los hospitales o puestos de Salud, les curo los parásitos con verdolaga, ajo, o paico, los males de la piel con salvia, guayabo u orine, los males del pecho con eucaliptos, sábila, o totumo, los males de fiebre y de cabeza; con anamú, vinagre o  matarratón y así sucesivamente poco necesitaron de médico.

La casa de Juana y Vicente siempre fue posada de mucha gente, allí se quedaron, parientes, paisanos y amigos, que venían de Buenaventura y el Choco buscando una mejor vida.

Juana a pesar de sus escasos años de estudio es consejera de mucha gente de los barrios por dónde camina con su venta; con ellos también comparte sus sueños y esperanzas.

En los últimos años, desde que se murió Vicente su compañero y termino de criar sus hijos, se ha dedicado a escribir poemas, canciones e historias, compilados bajo el título: “Escritos de Juania, Realidades de la Vida” desde allí le escribe a los niños y las niñas, a la naturaleza, a la vida y sobre todo a la paz y la esperanza de un mundo sin guerra:

 

 

UN BUEN MINISTRO

En el presidente Obama

La gente ha visto un buen ministro

Con su mirada de mucho amor

No se le nota el odio ni el rencor

 

Esto no nos da a pensar

Que a los que se manejan mal

Se los vaya a soportar

Sin ponerlos en su lugar

 

Exigiéndoles un cambio total

A toda la humanidad

Que marchemos por el camino de la paz

 

Uniendo nuestros corazones

Sin odios ni rencores

Así podemos cambiarle a la tierra

Las historias de las mortales guerras

 

Vivir en hermandad

Sin necesidad de matar

Construyendo un mundo lleno de felicidad

Hasta el día de nuestro juicio final

Así Cristo enseñó a vivir al pecador

 

Barack Obama es el hombre que todo el mundo esperaba,

Por su modo de habar con toda la humanidad

Pidiendo y exigiendo una unión limpia y sincera

Para acabar con esos malos entendimientos los

Que solamente nos han dejado decepción y tormentos

 

Con ansiedad y necesidad

Toda la humanidad reclama una verdadera paz

 

Le pedimos al señor

Que este haya sido un buen elegido

Con la ayuda celestial nada malo le ha de pasar.

 

Nos mantendremos unidos

con un mandato limpio y esclarecido

son nuestros pensamientos

de todos los que hemos vivido

estos horribles sufrimientos.

 

Adelante Barack Obama

En ti seguiremos confiando

Hace tiempo el mundo estaba esperando

Este magnífico cambio.

 

Con gusto y alegría

Composición de Juanía

Realidades de la vida.

 

Que un día no muy lejano podamos vivir

Con esa unión de verdaderos hermanos

Gloria a dios en las altura

y paz en la tierra a las buenas criaturas 

 

Juana Hurtado Perea

 

Por acá hay otra escondida, metida en la junta de acción comunal de los Lagos II, hace 25 años vino de por allá de los lados de Guachene, un pueblo del Cauca de población afro. Ella está metida en un cuento, de construcción de barrio o comunidad; esa es Luz Dary Cantony, quien se recorre las calles de su barrio y otros cercanos, con un megáfono, despertando o haciendo trasnochar la gente, hablándoles de proyectos para la prevención de embarazos en mujeres jóvenes o adolescentes, para prevención a la drogadicción, para embellecer el entorno, pintando, limpiando o sembrando arboles.

Aunque muchas veces los politiqueros se aprovechan de las necesidades las comunidades populares, insertándose mediante las juntas de acción comunal, no se puede negar el papel de las mujeres en el desarrollo y construcción de los barrios; son ellas quienes por lo general tienen la perseverancia y continuidad en los procesos, están al tanto de las necesidades y buscan salidas a las problemáticas que se viven. Sin embargo, es importante que se generen espacios de formación política para las mujeres, que permita hacerle frente a las realidades de sus comunidades de una manera más crítica y reflexiva, para que así  no sigan siendo presa de los politiqueros de turno.  

Las mujeres afro en los sectores populares, resistimos desde la religiosidad popular, la participación en procesos comunitarios y culturales, mediante la sensibilidad  artística, el apoyo solidario entre paisanas y vecinas, la alegría y esperanza en mejorar las condiciones de vida a través de sus hijos e hijas, por los que se sacrifican dándoles estudio o formación, a través de escudriñar sus raíces, creando estrategias de economía solidaria, creando y fortaleciendo redes y organizaciones.

Sin embargo en los últimos tiempos nos encontramos con algunas realidades que en vez de fortalecer los procesos pueden debilitarlos: como son el aumento de algunas iglesias poco serias que se aprovechan de la religiosidad de la gente, para envolverles en un juego de sumisión, temores y explotación. Igualmente sucede con algunas políticas del estado, aparentemente incluyentes de los sectores populares; como son, el bum de las industrias culturales, que ha convertido a muchas de las organizaciones y procesos artísticos en un simple espectáculo de compraventa, minimizando el propósito transformador que los generó.

Muchas de las artistas de nuestras comunidades se han dejado deslumbrar por la posibilidad de hacer de sus procesos una industria, que les permita competir en los grandes mercados  nacionales, como lo están planteando los gobernantes de turno. Sin embargo, en el cumplimiento de los requisitos del mercado, han ido perdiendo su esencia, porque los estilos que cuestionan de fondo, que proponen alternativas de cambio, no caben en la lógica de ese mercado competitivo y globalizante que se plantea el estado colombiano.

Una de las formas de la oligarquía para acabar con las resistencias de la gente es insertándose en los proceso populares, apropiándoselos y utilizándolos para justificar sus políticas de explotación. Mientras tanto los grupos campesinos, indígenas y afro, siguen deambulando de un lado para otro, desterrados, desplazados, aniquilados.

IMPORTANTE FRASE DE MANUEL ZAPATA OLIVELLA en una entrevista para el periódico El Tiempo: “El signo de esos seres arrancados de África, trasplantados aquí, engrilletados y condenados a no regresar jamás a su tierra, se está repitiendo dolorosamente en estos momentos. Con los desplazamientos. Es el segundo éxodo histórico de los afros. Porque tampoco volverán a su segundo hogar. Van creciendo en Cali, en Bogotá, en Antioquia y no volverán a su tierra.”

La historia de las comunidades afrodescendientes en América, se ha caracterizado por las persecuciones permanentes a las que hemos sido sometidas; saqueos, desplazamientos, destierros y genocidios son la máxima expresión de discriminación y racismo que da cuenta de las estructuras coloniales que aún se conservan en este continente. Más de 500 años de aporte cultural en estas tierras y aun vivimos como inquilinos de un lado para otro, “tapándonos con una mano atrás y otra adelante” como decía mi abuelita cuando quería expresar que no tenía nada.

Colombia ocupa el primer puesto en desplazamiento forzoso en el continente americano según datos estadísticos del DANE y como lo dice Manuel Zapata Olivella, la gente ya no volverá a sus tierras,  sino que se quedaran en las ciudades grandes; Bogotá, Cali, Medellín, Barranquilla, refugiados o esperando encontrar una mejor vida. Además tampoco tendrán posibilidades de regreso porque éstas desde antes de sus salidas ya habían sido repartidas entre los diferentes bandidos del país  o vendidas a extranjeros quienes imponen allí sus grandes monopolios de explotación, sus laboratorios de guerra, sus expendios de drogas,  sus monocultivos, etc.

Teresa Angulo mujer de 50 años nacida en Tumaco cuenta: yo me vine de Tumaco una vez que se formo un traque traque; eso estaban matando a todo el mundo en el campo; yo recogí a mis hijos y me vine embarcada por la noche. Cuando yo llegue a Cali me di cuenta que venía con la ropa de trabajar en el campo y cuando voy a sacar lo que había empacado;  todo era ropa de trabajo; se puede imaginar uno andando acá como pordiosera; pero cuando a uno le toca le toca, porque yo no me iba a dejar matar. Yo para allá no vuelvo más porque eso está muy feo y además lleno de paisas”.

El desplazamiento en Colombia ha causado grandes estragos en la población afro, ha puesto a la gente a caminar de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, sin ninguna posibilidad de vida digna. Andando como limosneras y limosneros; haciendo grandes filas para recibir un subsidio irrisorio que no les alcanza ni para los transportes.  En estos últimos años, a pesar de todas las calamidades a la que se enfrenta la gente en las grandes ciudades, no conciben la posibilidad de regreso a sus territorios, porque tienen miedo de la guerra; ya que la mayoría de las personas desplazadas han sido amenazadas, o sus familiares han sido víctimas de muertes y desapariciones. Por tal razón prefieren dejar todo abandonado; sus tierras, sus apegos, sus pertenecías

Aunque en Mayo de 2008 la corte constitucional reconoce el desplazamiento como un hecho dramático y se genero la posibilidad del artículo 092 del 2008; donde se establecen algunos derechos a las mujeres desplazadas; (el auto 092) las mujeres afrocolombianas siguen siendo las más vulneradas ante esta situación, enfrentándose diariamente a la mendicidad a la que les reduce el estado colombiano, a la pérdida de sus hijos, hermanos o compañeros por causa de la violencia, a la falta de posibilidades educativas y de empleos. Además, teniendo en cuenta la estructura familiar de las comunidades afrocolombianas,  en donde por lo general las mujeres son quienes se han encargado del restablecimiento de la familia; muchas son madres solteras, otras asumen los hijos, los nietos, los hermanos, las hermanas y hasta los compañeros en casos de desastres o calamidades familiares. Encima de todo, la discriminación social en este sistema patriarcal ataca más fuerte a las mujeres. Betty Ruth en su artículo  Mujeres negras (sirvientas, putas, matronas): una aproximación a la mujer negra de Colombia” hace una reflexión que muestra la visión jerárquica con que se asume el concepto de mujeres afros en Colombia:

¿Qué significa entonces ser mujer negra en el contexto colombiano de inequidad de género, creciente pobreza, desplazamiento forzado, discriminación y racismo?  La identidad de las mujeres negras  colombianas está definida por el hecho de ser negras en una sociedad mestiza discriminadora, pobres en una sociedad de clases y mujeres en una sociedad patriarcal, en donde cuenta de manera fundamental los rasgos de sus grupos étnicos particulares reconociendo que las comunidades negras no son homogéneas sino que tienen especifidades, todo lo cual nos permite hablar de las mujeres negras en plural.”[6]

Betty Ruth en este cuestionamiento  muestra las desventajas de las mujeres negras en esta sociedad racista y discriminadora, que establece sus parámetros bajo las bases elitistas y eurocentradas, donde lo distinto no es posible y se convierte en un obstáculo o una amenaza. Bajo esos conceptos las mujeres negras hemos caminado estas tierras; donde siempre nos “han dicho feas, nos han mirado feo, nos han tratado feo,” como dice Nilson Moreno en su poema de Los Feos.

Aun así, el estado colombiano sigue presentándose ante otros países del mundo como un estado democrático que basa sus principios en la diversidad étnica y cultural. Sin embargo cuando me preguntan:

¿Las voces de las mujeres afrocolombianas han sido tenidas en cuenta? Ó ¿qué puesto ha dado el estado a las mujeres afrodescendiente?

Hago un breve recorrido en la cotidianidad de las mujeres afrocolombianas; deteniéndome en las de los sectores populares; que es donde se concentra la mayor parte de ellas y reafirmo que  pesar de todos los aportes hechos por estas mujeres, en los diferentes campos sociales del país; tanto urbanos como rurales, desde lo profesional, la sabiduría empírica y ancestral; sus voces no han sido escuchadas porque la sociedad colombiana aun conserva muchos conceptos coloniales de racismo y discriminación, que les ubica como subalternas en todas las esferas de la sociedad, sin tener en cuenta sus saberes, aportes y capacidades.

Especialistas, medicas, odontólogas, enfermeras y otros énfasis de la salud en donde incursionan las mujeres afrocolombianas; desde el sacrificio y la resistencia, no son tenidas en cuenta en este país, porque cuando logran ser profesionales, les toca inventar sus propios espacios de acción, emplearse en otros campos o meterse en el juego del clientelismo viéndose obligadas a posicionar políticas burócratas que luego se vuelven en su contra.

En general la estética y políticas de las clínicas y los hospitales de Colombia no  admite el porte ni el saber de las mujeres de nuestra etnia en este campo; por tanto no se les permite llegar a puestos de mayor decisión. Es así como las nuevas profesionales afrodescendientes en el campo de la medicina, apuntaladas en la herencia de sus ancestras; comadronas e hierbateras, están incursionando en la medicina alternativa que también les permite tener en cuenta conocimientos de otras culturas, más acordes a la realidad de sus comunidades.

Sociólogas, historiadoras y antropólogas afro, para poder graduarse, la academia les exige olvidar su pasado, borrar su historia, abandonar la realidad de sus comunidades, arrancar sus raíces e inscribirse en los parámetros globales, que solo reconoce como autentica la lógica europea. Aun así muchas profesionales y estudiantes de estos de estas carreras siguen resistiendo, se siguen auto denominado afrodescendientes y aportando a la construcción de organizaciones sociales y culturales desde sus raíces.

Lucero Oliveros Arboleda, estudiante de sociología de la universidad del Valle cuenta:

 

“El semestre anterior vi un curso llamado religión y sociedad que lo daba una profesora de nombre Beatriz Castro, el trabajo final comprendía un ejercicio empírico de las distintas corrientes religiosas vistas en clase, así que estructure mi trabajo para mostrar la experiencia de las Balsadas en Guapí Cauca. Yo le explique que la forma en que esa celebración se hacía, con elementos de la cultura religiosa afro, era lo que la que constituía esta práctica como forma de resistencia y el hecho de que aún se mantuviera era motivo de estudio, su respuesta fue, que yo era una ignorante lo cual no, consideraba malo,  porque soy muy joven; apenas cuentas con 19 años me dijo… Además me pidió que si quería entregar el trabajo y que ella lo calificara no le diera importancia a lo afro, que para hacer sociología tenía que bajarme de lo étnico y en especial de lo afro.  Que lo que debía hacer con el trabajo era una simple descripción de esta práctica y que mi análisis debería centrarse en cómo era la participación política en dicho espacio”[7].

Como artistas plásticas, poetas, arquitectas, músicas, cantantes, teatreras, artesanas, literatas, nos hemos soñado este país, lo hemos pintado de muchas maneras, lo hemos cantado a miles voces, lo hemos diseñado de muchas formas, representado, transformado; pero aun así, en un santiamén vuelve a quedar lo mismo que antes. ¡Esta que calentura es! Cintia, Aurelia, Carmen, Juana, Andrea, Ingrid, Virginia, Gisela, Cristina, Mariela, piedad, María Elena.. Nos toca volver a comenzar, hasta fijar mejor los diseños, hasta que nuestros cantos transformen todas las células vivas de los cuerpos y pongan a vibrar las hormonas que nos dan identidad, hasta que las pinturas transformen las retinas de nuestros ojos y permitan tener otras miradas.

Investigadoras, trabajadoras sociales, promotoras culturales, profesoras, deportistas; aunque no se nos reconozca, allí estamos, no hay campos en donde no hayamos incursionado, con buena preparación; sin embargo, de igual manera, somos discriminadas de cada uno de ellos, viéndonos obligadas a inventar estrategias de sobrevivencia.

Voy a hacer énfasis en tres campos donde las mujeres afrocolombianas de los sectores populares generalmente se han rebuscado, para dar sustento a sus hijos e hijas, para hacerlas profesionales y que no les toque recorrer los mismos caminos. Siendo esta última frase muy relativa, porque a muchas les toca, aun siendo profesionales.

Aquí donde las mujeres de nuestra etnia, se siguen considerando objetos sexuales: “las negras son calientes y buenas para la cama, lo que más me gusta de las negras es su trasero y lo pechugonas”; se desconoce la voz de sus cuerpos vigorosos que se anteponen ante el cansancio, para llevar alimento a gran parte de la población; compartiendo sus saberes gastronómicos, caminando con sus platones de chontaduro, pescado y otros frutos que alimentan y restablecen la salud.

Puestos de comidas informales, restaurante y otras cocinas de las grandes ciudades colombianas, han sido sostenidos con la sazón de mujeres afro, conocedoras de muchas recetas gastronómicas aprendidas de sus ancestras. Las mujeres afro desde los tiempos de la conquista en América han sido las encargadas de crear o inventar y preparar diferentes platos alimenticios; sin embargo en Colombia su saber es tan subvalorado, que siendo ellas las máximas representantes de la gastronomía del país, son quienes ganan los salarios más bajos en comparación con los jefes de cocinas o chefs; los cuales por lo general son hombres.

“Yo estoy trabajando como empleada doméstica desde los 14 años. Durante ese tiempo he trabajado en tres restaurantes; actualmente estoy trabajando en uno de ellos. En ninguno me he ganado ni siquiera el mínimo ni he tenido prestaciones de servicios ni nada de eso. Si a mí me dijeran que trabajara como jefe de cocina ¡ve! ¡Yo de una me iría! ¿Sabe que me gustaría?, es conseguir un trabajo donde tuviera todo, su liquidación, prestación, su seguro, aunque el seguro no me preocupa mucho porque hay mucha gente que se ha quedado sin SISBEN y cuando se queda sin trabajo se queda a la intemperie, sin nada[8]

En muchos de los restaurantes o cocinas donde se ven obligadas a emplearse gran parte de las mujeres afro, les toca un ritmo bastante pesado; trabajan más de 8 horas y por lo general, no llegan a ganarse el salario mínimo. Además tampoco se les brinda protección social y trabajan de lunes a lunes, situación que provoca el estrés y otras enfermedades. Las posibilidades educativas para estas mujeres son mínimas, no solo por el ritmo y los tiempos que se manejan en estos empleos, sino también por los salarios de hambre que reciben. Ni siquiera tiene la posibilidad de fortalecer sus conocimientos gastronómicos, ya que los cursos de culinaria están entre los más costosos. Por ejemplo, mirando los costos de los curso en la escuela gastronómica de Occidente en Cali, (Sitio de alto reconocimiento, que alardean de hacer honor a la cocina afro) nos encontramos con que: curso de “Cocina Básica 1.060.000, Etiqueta y Protocolo 2 Semanas | $550.000, Introducción al Vino 1 Semana | $400.000”[9]

Ante la falta de empleos dignos, muchas mujeres afro recorren los pueblos y ciudades de Colombia  vendiendo frutas, pescados y otros productos alimenticios principalmente. Además, en algunos casos se han organizado en Cooperativas de Platoneras, Chontadureras, etc., ejemplo de otras formas de economía en el país; sin embargo en muchas ocasiones son perseguidas por la misma autoridad, quienes le quitan sus productos, justificando que no tienen permiso para realizar esa actividad. No se les crea la posibilidad de empleo y tampoco se les permite auto crearla.

“Me vine a Cali en la búsqueda de posibilidades de salud y de trabajo. Empecé a trabajar en el 97 vendiendo chontaduro porque unas amigas mías trabajaban vendiendo chontaduro y les iba bien. Con la venta del chontaduro he sostenido a mis hijas aunque mi marido siempre me ayuda. Yo prefiero vender a trabajar en casas de familia porque me va mejor; claro que ahora como se están poniendo las cosas con el MIO, me gustaría tener otro trabajo, porque ahora eso se ve apagado por allí, la gente que pasaba a coger el bus por ese lado se están dando la vuelta por el otro. Además yo he visto como el lobo le quita las cosas a otros vendedores ¡y no se las devuelven, por eso nosotros nos hemos asociado a una cooperativa que se llama Vendedores independientes del Valle del Cauca; eso le dan a uno un chaleco y con eso lo dejan de molestar a uno!. Para eso nos tocó pagar $2000 semanales”[10]

Según las estadísticas realizada por Yulieth Cuero en su investigación a cerca de Empleos, nos dice “La posición ocupacional en donde las mujeres afro encuentran mayor participación es en la posición cuenta propia con un 33.1 %. Las dos siguientes posiciones ocupacionales en donde las mujeres afro en el área metropolitana de Cali- Yumbo encuentran mayor participación son: obrera o empleada particular con un 32.5% y en la de empleada doméstica con un 26.5%.”[11] Analizando este hecho se podría decir que en esta sociedad las mujeres afro son relegadas para los puestos de menor jerarquía.

Juana Hurtado,  mujer de 65 años de edad, nacida en  Condoto  (Chocó) cuenta:” yo empecé a trabajar como niñera a los 9 años y a veces me tocaban unos muchachos más grandes que yo los bañaba, les cantaba; de vez en cuando le metía sus palmaditas, cuando me la querían montar;  pero por lo general me querían mucho, yo les hacía reír y por eso me hacían más caso a mí que a los propios padres; hasta grande trabaje de niñera y yo me la pasaba jugando con los niños, les enseñaba muchas cosas que me sabia de mi pueblo, historias de los muertos; porque si a algo yo le tenía respeto, era a los muertos. Les enseñaba “filito de oro, el cucarroncito. Después me salí de eso porque me pagaban muy mal.”[12] (Filito de oro: Historia que muestra que las madres no deben vender sus hijas por plata), (Cucarroncito; en este juego es nombran todos los pueblos del Choco y ellos decían los que conocían)  

La sociedad considera que donde mejor se desenvuelven las mujeres afrocolombianas es como empleadas domesticas o niñeras a las que denominan despectivamente “sirvientas o mantecas”; considerándolas en lo general brutas, rusticas y mal educadas;  las cuales reciben maltratos psicológicos y hasta físicos y en la mayoría de los casos, como también los peores sueldos del país. Bien sabemos que tenemos diversas capacidades en todos los campos, sin embargo qué se podría decir de una sociedad que desconoce las voces de las mujeres que han administrado sus propias casas y las de los demás, las voces que han arrullado sus propios crios y los de otras familias; esas voces que mientras la escuela se inventaba miles de castigos disque para educar y enseñar a los niños y niñas; ellas se inventaban juegos, historias y canciones, mediante los cuales los estos divertidos aprendían. (Concepto actualmente considerado como una de las mejores pedagogías para la enseñanza).

Carlos A Valderrama R. Claritza Portocarrero Granja trabajadores sociales de la universidad del Valle, hacen un análisis de cómo han ridiculizado a las empleadas domesticas afrodescendientes en Colombia a través de Nieves; personaje de las tiras cómicas, de algunos periódicos a nivel nacional

“Nieves aparece acompañada de un conjunto de personajes que tienen en común una apariencia de pobres, pordioseros, ignorantes y con bajo nivel educativo. Entre ellos están, una colega llamada “Consternación”, mujer blanca o mestiza con la que comparte algunas opiniones sobre los quehaceres domésticos. Su novio “Hétor”, que al igual que su amigo “Pandeyuco”, son representados con una tonalidad de piel tizón intenso, además de  perezosos, haraganes y en palabras de la descripción que hace Pascual Augusto Chapurrí, acomodados, buena vida y torpes. Finalmente, “Watergato” compañero con el que realiza sus más altas “elucubraciones y reflexiones sobre los problemas del país.” [13].

Nieves. Imagen Nº 2

Carlos A Valderrama R. y Claritza Portocarrero Granja en el análisis que hacen del personaje de (Nieves)  en el documento REPRESENTACIONES RACIALIZADAS Y ESTEROTIPADAS DE LAS MUJERES AFROCOLOMBIANAS. Un caso tipo de discriminación múltiple en Colombia, llegan a la conclusión que para la elite colombiana las empleadas domesticas siempre han representado lo ridículo, lo torpe, lo estrafalario, lo banal,  la pereza, la ignorancia, etc.; concepto que se refuerza a través de los diferentes medios de comunicación o mediante propagandas, novelas y series entre otros. Esta es una de las formas de imponer estereotipos, mediante los cuales son medidas las mujeres afro.

Aun se nos considera como brujas malhechoras similar a la época de la inquisición;  seguimos aportando desde la medicina tradicional por ejemplo; mientras las abuelas desde mucho tiempo atrás descubrieron que el orine es un medicamento que sirve para muchos males; los científicos apenas lo vienen a aceptar en esa categoría.

Se nos ha querido minimizar desde el campo económico; aun así hemos hecho propuestas desde la economía solidaria; sin ser empleados de nadie, pero  creando redes de apoyo donde las que ya se desenvuelven en determinadas actividades económicas, dan la mano a otras para fortalecerlas, a la vez éstas hacen la cadena con otra. Así hemos resistido un poco más el destierro y el desplazamiento y hemos propuesto a la sociedad otras formas menos mezquinas de organización socio-económica.

Podríamos seguir nombrando aportes de las afrocolombianas en todos los campos de la sociedad colombiana y en cada uno descubrir que allí están nuestras voces; en la medicina, en el deporte, en la organización social, en las artesanías, en el folklor, en la gastronomía, en la poesía, en la música, en la biología, etc. Sin embargo aun siguen vivos los prejuicios y el racismo heredados desde la colonia; que solo ve en lo distinto al enemigo, y te borra, te persigue, te destierra y te elimina.

Si bien es cierto que después de muchas luchas de reivindicación de los grupos étnicos se tiene en cuenta por primera vez en la historia de Colombia, la diversidad cultural, mediante el artículo 7 de la Constitución de Colombia de 1991 “el estado reconoce y protege la diversidad étnica y cultural de la nación colombiana”[14]; no se puede negar que esta población es el epicentro donde ocurren las mayores violaciones de los derechos humanos. Abandono completo del estado para general posibilidades de vida digna, tanto a nivel rural como urbano. Desempleo, hambrunas, desapariciones, muertes, masacres genocidios, desplazamientos, son las constantes a las que se ven enfrentados, indígenas afros y campesinos; siendo la población afro una de las más afectada ante esta situación.

 

En el Informe del Movimiento Nacional Afrocolombiano CIMARRON sobre la situación de derechos humanos de la población afrocolombiana (1994-2004) investigación coordinada por Leonardo Reales Jiménez se comprueba a través del Departamento Nacional de Planeación, que la población afrocolombiana se acerca al 30% de la población total del país, ose 12 millones aproximadamente, repartidos en los diferntes departamentos de esta nación. Aun así este mismo organismo estatal comprobó que la mayoría de la población afrocolombiana se encuentran en las zonas donde se presentan los cuadros más alarmantes de miseria, exclusión y discriminación racial.

–                          “El ingreso per cápita promedio de los(as) afrocolombianos(as) se aproxima a los 500 dólares anuales, frente a un promedio nacional superior a los 1500 dólares.

–                          El 75% de la población afro del país recibe salarios inferiores al mínimo legal y su esperanza de vida se ubica en un 20% por debajo del promedio nacional.

–                          La calidad de la educación secundaria que recibe la juventud afrocolombiana es inferior en un 40%, al compararla con el promedio nacional.

–                          En los departamentos del Pacífico colombiano, de cada 100 jóvenes afros que terminan la secundaria, sólo 2 ingresan a la educación superior.

–                          Aproximadamente el 85% de la población afrocolombiana vive en condiciones de pobreza y marginalidad, sin acceso a todos los servicios públicos básicos.»[19]

Según los datos oficiales de acción social (“programas de ayuda complementarios a las prestaciones asistenciales que brinda el ESTADO”[15], “entre el año 1997- 2009 se ha producido un desplazamiento de 64.414 indígenas y 216.446 afrodescendientes, de los cuales 111.448 son mujeres; el 51.50 por ciento y 104.958 son hombres; el 48.49 por ciento”[16]  

El historiador Santiago Arboleda, nos dice que esta población ha tenido eventos de desplazamientos masivos por diferentes circunstancias, entre ellas: búsquedas de mejores condiciones de vida, desastres naturales y por situaciones de violencia. “Se establece un flujo que se manifiesta desde mediados del 50  hasta mediados del 60, que tuvo como antecedentes, de un lado, salidas de la región por fenómenos de violencia desde la segunda mitad de los 40, y, luego en el 50 con las plantaciones de caña”[17]  “en un segundo momento podemos establecer la oleada que se identifica a partir de los 70; donde la población joven, forma aquí unidades familiares y son sus hijos los que salen en este periodo hacia epicentros urbanos predominantes”[18]  “una tercera oleada, directamente dependiente de la anterior, va a tener su impacto a finales de los 70, agenciada por el maremoto que se sacudió la región en el 79 llegando hasta mediados del 80; una vez se asienta el Distrito de Aguablanca, que aún continúa con algunas transformaciones”[19]

 

¿Dónde queda el artículo 7 de la constitución del 91; solo  en la estética de la palabra escrita, o en la paradoja de la elite; porque ni siquiera en la esperanza de la gente, que les toca construir sus propias leyes, porque las escritas solo se aplican para favorecer a unos pocos y juzgar, culpabilizar y castigar a los desterrados o despojados. Como exigir los derechos de la constitución que supuestamente nos rige, si cuando los reclamamos, se nos caya a punta de plomo. ¡Hasta cuándo andaremos desterrados, con las raíces ambulantes de un lado para otro!

Como respuesta a ésta problemática se ha venido reforzando la organización social de las mujeres afro; grupos de mujeres que se encuentran para estudiar, conocer, proponer y exigir sus derechos, organizaciones culturales lideradas por mujeres afro encargadas de fortalecer el sentido crítico y la identidad de las comunidades, grupos de mujeres afro jóvenes universitarias que se comprometen con los procesos comunitarios, mujeres inquietas en su participación política, con propuestas étnicas y de género. Sin negar las falencias y problemáticas que se viven al interior de estas.

Betty Ruth en su artículo “Mujeres negras (sirvientas, putas, matronas): una aproximación a la mujer negra de Colombia” hace una crítica por las temáticas o agendas que se desarrolla en algunos grupos de mujeres en donde no se tienen en cuenta temas de transformación más profundos, que busquen alternativas de fondo: “Las principales banderas de lucha de las organizaciones de mujeres negras constituidas a lo largo de estas décadas han sido las señaladas por las entidades del desarrollo: autoestima, generación de ingresos, identidad étnica y de género, asistencia técnica, familia, salud, medicina tradicional.  Estos grupos u organizaciones, debido a su carácter institucionalizado, carecen de un proyecto político como mujeres negras.  El combate al racismo, por ejemplo, no aparece dentro de las agendas de estas organizaciones.   Mucho menos encontramos cuestionamientos al orden social ni a procesos como la globalización y la economía neoliberal que acrecientan la feminización y la racialización de la pobreza.  Los temas son los que tradicionalmente han propuesto los organismos de cooperación y los agentes de desarrollo, como se mencionó antes.”

 

Es importante cuestionar y proponer temáticas más políticas en las agendas de los procesos de mujeres afro; para que las construcciones se hagan de manera más crítica con base en la investigación de la historia y la realidad de las comunidades, temáticas que traspasen lo fundamentalista y discriminatorio con el resto de las mujeres afro que no se inscriben en dicha temática, al reconocimiento de la otra distinta. De todas maneras son búsquedas que solo es posible si se tiene un proceso organizativo, autónomo e incluyente, de empoderamiento de las mujeres como sujetas de su propia historia.

Volviendo a la pregunta: ¿nuestras reivindicaciones y nuestros aportes son valoradas en el país?

 

Diría claramente que no, ya que por parte del estado y algunos sectores del país, las mujeres afrocolombianas seguimos siendo anuladas, desterradas y perseguidas, se siguen violentando nuestros derechos, se nos sigue cerrando la posibilidad de participación en espacios decisorios. Sin embargo nadie puede ocultar el sol con la mano; “Aquí estamos, traemos nuestros rasgos al perfil definitivo de América;”[20] como dice Nicolás Guillen. Nadie puede negar nuestra historia; hemos construido y reconstruido pueblos y ciudades, hemos dado otros matices a las estructuras rígidas eurocentricas, hemos sido tercas, soñadoras, persistentes y resistentes y pilares dadoras de vida, en este sistema de muerte.

No debemos esperar que un estado que se instala desde la guerra, el aniquilamiento y la destrucción, reconozca nuestras luchas y nuestros aportes; somos nosotras mismas quienes debemos empezar a reconocernos, a nombrarnos a descubrirnos, a pensarnos en medio de similitudes y diferencias.

¿Cómo prepararnos para fortalecer nuestra presencia en el Estado, en la academia, en la universidad y en las comunidades?

Para fortalecer nuestra presencia en diferentes campos sociales, es importante hacer énfasis en los procesos organizativos, desde reflexiones políticas profundas que permitan la autonomía y la diferenciación; aun sabiendo que vivimos en un medio que globaliza,  censura y hasta elimina si no te suscribes en los parámetros establecidos. Considero que es la única alternativa que permite la construcción de un mundo más equitativo y te permite posesionar con dignidad, como grupo, como persona; no puede ser una lucha individual que forme caudillos o dioses que están sobre los demás; debe ser algo organizado, concertado y construido desde las comunidades.

Así nuestros y nuestras representantes en el Estado llegaran con propuestas de sus comunidades y serán apoyados por las mismas; de igual manera los universitarios e universitarias deben valorar su historia, sus procedencias, lo cual les permitirá una mirada crítica frente a los modelos educativos establecidos y a la vez les dará elementos para proponer alternativas más acorde con las realidades de su comunidades.

Para que en nuestras comunidades afro se dé una organización más fuerte que permita la participación y el reconocimiento,  debemos partir de la construcción y reconstrucción de nuestra historia, que nos lleve a fortalecer la identidad étnica y permita reconocer las fortalezas y debilidades en las comunidades. Es importante que analicemos y cambiemos algunas prácticas, costumbres y formas adquiridas del sistema patriarcal, que no permiten la solidaridad y el reconocimiento de las otras y los otros. Debemos seguir generando redes, espacios reflexivos y de actuación, que nos permita pensarnos y repensarnos.


[1] Moreno, Vicenta. Poema Región de la magia. Cali, 2006.

[2]Lozano, Betty Rut. Art. Mujeres negras (sirvientas, putas, matronas): una aproximación a la mujer negra de Colombia.1998)

[3]Lozano, Betty Rut. Art. Mujeres negras (sirvientas, putas, matronas): una aproximación a la mujer negra de Colombia.1998)

[4] Constitución Política de Colombia de 1991, editorial Panamericana, Bogotá, 2001.

[5] FORO MUJER, VIH, SALUD Y POBREZA

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[6]Lozano, Betty Ruth. Art. Mujeres negras (sirvientas, putas, matronas): una aproximación a la mujer negra de Colombia.1998)

[7] Testimonio oral de Lucero Oliveros Arboleda en entrevista realizada por Vicenta Moreno para el desarrollo de la ponencia AY DIOS BAJÁ Y VE COMO LAS MUJERES AFROCOLOMBIANAS RESISTEN AL DESTIERRO. Febrero de 2010.

[8] Testimonio oral de Rosa Elena Agredo en entrevista realizada por Vicenta Moreno para el desarrollo de la ponencia AY DIOS BAJÁ Y VE COMO LAS MUJERES AFROCOLOMBIANAS RESISTEN AL DESTIERRO. Febrero de 2010.

[10] Testimonio oral de Natividad Grueso en entrevista realizada por Vicenta Moreno para el desarrollo de la ponencia AY DIOS BAJÁ Y VE COMO LAS MUJERES AFROCOLOMBIANAS RESISTEN AL DESTIERRO. Febrero de 2010.

[11] Cuero Montenegro, Astrid Yulieth. SER MUJER AFRO EN CALI. Vivencias, Convivencias y Resistencias. Edit. RED NACIONAL DE MUJERES AFROCOLOMBIANAS KAMBIRÍ. Santiago de Cali, Agosto de 2008.

[12] Testimonio oral de Juana Hurtado Perea en entrevista realizada por Vicenta Moreno para el desarrollo de la ponencia AY DIOS BAJÁ Y VE COMO LAS MUJERES AFROCOLOMBIANAS RESISTEN AL DESTIERRO. Febrero de 2010.

[13] Portocarrero, Claritza. Valderrama, Carlos. Representaciones racializadas y estereotipadas de las mujeres afrocolombianas. un caso tipo de discriminación múltiple en Colombia. Santiago de Cali. 2008.

[14] Constitución Política de Colombia d e1991. Art.7.

[16] http://caribdis.unab.edu.co/pls/portal/docs/PAGE/REFLEXIONPOLITICA/1121/14.CIUDADANIASNEGADAS.PDF

[17] Arboleda Quiñonez, Santiago. LE DIJE QUE ME ESPERARA CARMELA NO ME ESPERó. El Pacífico en Cali. Pag. 86. Edit. Talleres de Artes gráficas Universidad del Valle. Cali, Colombia. 1998.

[18] Arboleda Quiñonez, Santiago. LE DIJE QUE ME ESPERARA CARMELA NO ME ESPERó. El Pacífico en Cali. Pag. 88. Edit. Talleres de Artes gráficas Universidad del Valle. Cali, Colombia. 1998.

 

[19] Arboleda Quiñones, Santiago. LE DIJE QUE ME ESPERARA CARMELA NO ME ESPERO. El Pacífico en Cali. Pag. 89. Edit. Talleres de Artes gráficas Universidad del Valle. Cali, Colombia. 1998.

 

[20] Guillén, Nicolás. Obra Poética. Pag. 97. Edit. Letras Cubanas, La Habana, Cuba. 1995.